Reinventando el destino
Para todas las hijas, El mundo nunca ha sido fácil para las mujeres, pero eso nunca las ha detenido. Siempre…

Para todas las hijas,
El mundo nunca ha sido fácil para las mujeres, pero eso nunca las ha detenido. Siempre ha habido quienes han decidido cambiarlo, con palabras, con ciencia, con música, con ideas que nadie esperaba de ellas. Hay quienes han escrito para que el dolor no sea en vano, quienes han gobernado sin levantar la voz y han transformado la historia con la firmeza de su inteligencia. Hay quienes han sanado el mundo desde un laboratorio, han rescatado el alma de su pueblo a través de la música, han protegido la tierra con la fiereza de una guerrera y han demostrado que los mercados, las finanzas y el pensamiento también les pertenecen.
Sus historias no son cuentos de hadas. No hubo varitas mágicas ni caminos despejados. Hubo noches de dudas, puertas cerradas, fracasos y voces que les dijeron: “No puedes”. Y sin embargo, aquí están.
Han Kang nació en Corea del Sur en 1970 y creció en la ciudad de Gwangju, en una casa llena de libros. Su padre era novelista, su país atravesaba una transformación y la violencia política marcaba la vida de su gente. En su infancia, no hubo grandes discursos sobre su futuro ni profecías sobre su talento literario. Solo hubo tardes de silencio, páginas devoradas en secreto y la sensación de que el mundo podía contarse de formas que aún nadie había explorado. Creció, estudió literatura y con el tiempo su escritura se convirtió en un espejo en el que Corea y el mundo vieron su propia fragilidad. Su novela La vegetariana fue un terremoto literario. Con una prosa intensa, poética y brutal, habló de la opresión, del cuerpo, del deseo y del sacrificio. En 2024, el Nobel de Literatura puso su nombre en la historia, pero su verdadera hazaña había comenzado mucho antes, cuando se atrevió a escribir lo que nadie esperaba de ella.
Angela Merkel creció en la Alemania Oriental, en una época en la que soñar con libertad era casi un acto de insurrección. Era brillante en los estudios, pero no hablaba de más. Amaba la ciencia, la precisión de la física, el orden de las ecuaciones, porque en ellas no había ideologías ni barreras. Cuando el Muro de Berlín cayó, la historia se partió en dos y ella, con su voz pausada y su mente calculadora, se abrió paso en un mundo político dominado por hombres. Nunca gritó, nunca impuso su presencia con gestos grandilocuentes. Gobernó Alemania por dieciséis años, tomando decisiones que definirían el futuro de Europa. Cuando el mundo ardía en crisis, su calma fue un ancla. No se dejó definir por su género, pero tampoco lo ignoró. Simplemente, fue la mejor en lo que hacía y en el presente se le necesita y extraña muchísimo.
Natalia Lafourcade creció en Coatepec, Veracruz, entre árboles, lluvias y música. De niña, un caballo la pateó en la cabeza y su mundo se volvió quietud, recuperación y silencio. Su madre, una pianista brillante, le enseñó que la música podía sanar. Entre acordes y melodías, Natalia encontró su refugio. Con el tiempo, se convirtió en una de las artistas más queridas de América Latina, pero en algún punto dejó de buscar su voz en el futuro y la encontró en el pasado. Rescató la música de sus raíces, honró a los grandes, nos recordó que las historias se cuentan con guitarras, con marimbas, con los ecos de quienes estuvieron antes que nosotros. Su legado no es solo el de una cantautora exitosa, sino el de una guardiana de la identidad musical de su tierra. Su arte florece hasta la raíz, nutriéndose del pasado para reinventar un mejor presente que suena y se siente a México e incluso huele a vainilla y sabe a café.
Katalin Karikó creció en una Hungría que no imaginaba que una niña pudiera cambiar la historia de la medicina. Desde pequeña, supo que la ciencia sería su vida. Pero la ciencia, como el mundo, no siempre es justa. Sus ideas sobre el ARN mensajero fueron ignoradas, ridiculizadas y descartadas durante décadas. Perdió financiamiento, trabajos, oportunidades. Pero siguió. En la soledad de los laboratorios, en los rechazos de las academias, en la certeza de que estaba en lo correcto. Cuando el COVID-19 paralizó al mundo, fue su descubrimiento el que permitió crear vacunas en tiempo récord. No le importaron los aplausos ni la fama. Solo quería que su trabajo ayudara a salvar vidas. Y lo hizo.
Nemonte Nenquimo nació en la selva ecuatoriana, en una comunidad waorani rodeada de árboles, ríos y la promesa de una vida en equilibrio con la naturaleza. Creció escuchando historias de su pueblo, aprendiendo que la tierra no es propiedad de nadie, sino un legado que se protege. Pero el mundo exterior no pensaba lo mismo. Empresas petroleras y gobiernos quisieron explotar su hogar. Ella no tenía ejércitos ni fortunas, solo el amor por su tierra y la determinación de no dejar que la destruyeran. Luchó en tribunales, organizó a su gente, hizo escuchar su voz. Ganó una batalla histórica y logró la protección de más de 500,000 acres de selva. La Amazonía sigue amenazada, pero gracias a mujeres como ella, aún respira.
Olga Cantillo nació en Panamá y creció en un mundo donde las finanzas parecían reservadas para los hombres. No soñaba con ser la primera mujer en presidir la Bolsa Latinoamericana de Valores. Solo quería hacer bien su trabajo. Pero en un mundo donde los mercados han sido un club exclusivo de hombres, hacer bien tu trabajo no siempre es suficiente. Se necesitaba más. Más preparación, más determinación, más coraje. Y ella tenía todo eso. Desde su posición, no solo ha demostrado que las mujeres pueden liderar en el mundo financiero, sino que deben hacerlo. Porque la economía del futuro necesita más miradas, más voces, más mujeres que tomen decisiones.
Judith Butler nació en Estados Unidos en 1956 y creció cuestionando las normas establecidas. Desde niña, sintió que el mundo le imponía etiquetas que no le correspondían. En los libros de filosofía encontró preguntas que nadie le había respondido y respuestas que la sociedad se negaba a escuchar. Su obra El género en disputa rompió esquemas, redefinió la identidad, nos mostró que el género no es un destino escrito en piedra, sino una construcción que puede deconstruirse. Durante décadas ha desafiado estructuras de poder, ha defendido los derechos de las personas LGBTQ+ y ha demostrado que la filosofía no es solo para los libros: es para la vida, para la calle, para los cuerpos que existen y resisten.
Queridas niñas, estas mujeres fueron como ustedes. Hubo momentos en los que dudaron, en los que sintieron que todo estaba en contra. Pero siguieron. Porque los sueños no se construyen de certezas, sino de la valentía de avanzar sin garantías. No importa si sueñan con escribir, gobernar, cantar, descubrir, invertir, proteger el planeta o pensar. Lo único que importa es que nunca dejen que nadie les diga que no pueden.
El mundo aún no es justo. Pero cada una de ustedes tiene el poder de cambiarlo.
Alondra ¿voy bien o me regreso? Nos leemos pronto si la IA lo permite.
Placeres culposos: domingo familiar y a ver qué tal la película Mickey 17 y el libro de Byung Chul Han, La crisis de la narración.
Playlist para la ocasión:
- Mujeres, Silvio Rodríguez
- Tú sí sabes quererme, Natalia Lafourcade
- Mujer que camina, Alejandro Filio
- Muchacha (ojos de papel), Mexicanto
- La bruja, Eugenia León
- Alfonsina y el mar, Mercedes Sosa
- Sacar la voz, Ana Tijoux & Jorge Drexler
- Ella, Bebé
- Mujer contra mujer, Mecano
- La llorona, Chavela Vargas
- Dignificada, Lilia Downs
- Canto de mujer, Embrujo Huasteco
Margaritas para Greis.